Luz tiene 27 años de edad, es una persona con discapacidad. Hace algunos años, fue diagnosticada con un tumor cerebral y fue intervenida quirúrgicamente. La operación la dejó con secuelas físicas –hemiparesia motora- por lo cual le dificultaba desplazarse con la misma rapidez que otras personas.
Una tarde, Luz regresó a su casa a bordo de un ómnibus en compañía de su tía. Mientras descendían del mismo, Luz quedó atrapada debido a que el chofer cerró la puerta sin observar que ella estaba bajando las escaleras lentamente.
Asustada, Luz pegó un grito pidiendo auxilio, por lo que el chofer abrió las puertas, pero a los pocos minutos volvió a cerrarlas causándole golpes en los brazos y el pecho. Cuando ella logró bajar del ómnibus, junto con su tía, acudieron a realizar la denuncia por lo ocurrió, ya que el chofer no tuvo reparo en asegurarse de que estuviera a salvo.
Afectada por lo ocurrido, Liz se acercó hasta la defensoría de Limpio, en donde conversó con la defensora del fuero Civil, Leyla Centurión, y le informó acerca del hecho y las denuncias tanto policial como fiscal que ella misma realizó, pues lo que pasó, la dejó con lesiones físicas y emocionales y quería iniciar un juicio por daños y perjuicios en contra de la empresa de transporte.
La defensora verificó las pruebas con las que contaba su asistida y teniendo en cuenta que fue víctima de trato no digno, vulneración al derecho de igualdad, maltrato y discriminación, tal como lo contemplan las 100 Reglas de Brasilia y la Convención de los derechos de las personas con discapacidad, se contactó con el propietario de la empresa de transportes a fin de mediar el hecho y solicitó una indemnización por daños físicos, psicológicos y emocionales a favor de su asistida.
Con la asistencia del mediador de la defensoría, Carlos Arrúa, se pudo llegar a un acuerdo entre las partes y la empresa de transportes se comprometió a realizar el pago por indemnización. De ese modo lograron una salida extrajudicial pacífica entre Luz y la empresa mencionada.